El objetivo de un buen entrenamiento es el desarrollo integral del deportista, de sus cualidades físicas y psíquicas para conseguir, de forma sensata y coherente, unos objetivos concretos, entre los que destaca, la adquisición de hábitos deportivos para una vida saludable.
Hasta ahí, todos de acuerdo, y en el resto, también, solo que la nomenclatura puede variar un poco según el criterio deportivo de cada escuela, entrenador o deportista.
Para no perdernos en matices y concretar de la forma más clara posible los principios fundamentales que han de estar presentes en cualquier entrenamiento deportivo, vamos a enumerarlos:
1- Principio de Adaptación.
El principio básico a la hora de iniciar cualquier entrenamiento es la adaptación
consciente y sensata del deportista a la rutina deportiva. Cuando cualquier persona se decide a iniciar un entrenamiento deportivo tiene que ser consciente de que depende de las capacidades y aptitudes de su cuerpo para desarrollarlo. Es necesario ser muy consciente de las cualidades de cada uno porque el organismo ha de funcionar como un engranaje perfectamente engrasado, sobrecargarlo puede resultar fatal.
La adaptación ha se ser progresiva porque el cuerpo va a adaptarse a diferentes cambios fisiológicos. No hay problema porque tenemos una capacidad asombrosa de hacerlo, pero no somos tan conscientes de la segunda parte: permitir al organismo que se adapte a ese desgaste inicial que irá sentando las bases de la condición física y los hábitos deportivos. Es necesario estar conscientes de la actividad desarrollada y atentos a los cambios. Escuchar al cuerpo.
2- Principio de Progresión.
La sensatez y la coherencia de las que hablábamos al principio, se convierten ahora en protagonistas absolutas. Si se inicia una rutina deportiva y se pretende obtener un resultado saludable y alcanzar un objetivo, es buena idea pensar a largo plazo y, en ese pensamiento, el principio de progresión es el alma de la fiesta y sin él, un buen entrenamiento brilla por su ausencia y, por supuesto, nos podemos ir olvidando de los objetivos.
Objetivos reales, perseverancia y paciencia, tres aliados que ayudarán en ese camino de progresión para quien realmente esté decidido a alcanzar sus objetivos y mantenerlos de forma saludable.
3- Principio de Individualización.
¿Te acuerdas de aquello de :”¿Y si tu amigo mengano se tira por un puente tú también vas y te tiras?” Pues aquí también vale y vale tanto que es un dogma: Nada de lo que es bueno para un deportista es, por definición, bueno para otro. Los entrenamientos no son intercambiables, no son cromos.
Cada organismo reacciona de diferente forma a diferentes estímulos porque cada deportista es diferente y tanto sus reacciones a un entrenamiento como los resultados que pueda obtener también lo son.
4- Principio de Variabilidad.
Un entrenamiento estático no conduce a nada bueno. Tenemos un cuerpo formado por una serie de sistemas con una capacidad asombrosa de acostumbrarse a las rutinas, a todas, pero vamos a quedarnos con las deportivas.
Si realmente queremos desarrollar una serie de capacidades para alcanzar el mejor
rendimiento, el que conduce al objetivo, hay que jugar con el factor sorpresa, es necesario desconcertar al organismo proponiéndole nuevas rutinas, nuevos estímulos.
¿Cómo? Es sencillo, modificando las herramientas con las que diseñamos el entrenamiento: introduciendo cambios en la intensidad, la fuerza o en la duración.
La respuesta física será mejor cuanto mejor entrenado esté el cuerpo, cada uno de sus sistemas y cuanto mejor responda nuestra mente a los cambios en las rutinas y para ello hay que variar los estímulos.
5- Principio de Especificidad.
Y una cosa no quita la otra, se puede variar y también el entrenamiento específico especialmente diseñado para una competición concreta, para un objetivo específico.
Si existe una meta concreta, el entrenamiento tendrá que ser diseñado en función de esa meta, de esa competición, es decir, el entrenamiento será lo más específicamente parecido a la disciplina en la que se va a competir.
¿Variables? Por supuesto, el principio de la individualización sobrevuela todos los entrenamientos. En este caso, el entrenamiento será específico pero se aplicara teniendo en cuenta factores individuales como la edad, la preparación o las aptitudes de cada deportista concreto.
6- Principio de Frecuencia.
Aquí volvemos a necesitar la inestimable colaboración de la sensatez y el equilibrio mental para conseguir los objetivos. De nada sirve querer obtener resultados demasiado rápido. Esa actitud de querer llegar al resultado sin pasar por el entrenamiento necesario para conseguirlo lleva a otro camino, el de las lesiones y el abandono. Seguro que no es el camino que quieres elegir. Por ahí, no se va a ninguna parte.
El entrenamiento ha de estar diseñado para que el cuerpo pueda trabajar con diferentes intensidades y rutinas y también, para que pueda descansar y dejar que los resultados se vayan posando. Llevar a cabo entrenamientos bien planificados conduce a lograr los objetivos y no es magia pero, con sensatez y perseverancia, puede dar la impresión de que sí, porque un buen día, el cuerpo empieza a mostrar resultados visibles e invisibles.
Eso es el fruto del esfuerzo físico y psíquico, quien lo probó, lo sabe.
7- Continuidad
¿Cuándo va a llegar ese momento? La respuesta es sencilla y conocida, cuando se haya diseñado y llevado a cabo un entrenamiento que lo permita. No hay otra forma.
La continuidad en un entrenamiento diseñado individualmente; el esfuerzo físico y psicológico para llevarlo a cabo; la visualización de ese objetivo que se quiere alcanzar, siempre a largo plazo; el cuidado y respeto hacia el cuerpo que va a llevar a lograr la meta, en fin, el sentido común y el conocimiento de la disciplina deportiva, se combinan para que ese momento llegue, hacer de ellos aliados para conseguir objetivos es un reto para cada deportista.