El entrenamiento funcional ha sido, es y será un método efectivo. Se trata de una verdad incuestionable, pero, aun así, se admiten preguntas.
¿El entrenamiento funcional está indicado para cualquier deportista?
¿Es eficaz, el entrenamiento funcional, para la recuperación de lesiones?
¿El entrenamiento funcional es adecuado para deportistas de “andar por casa”?
¿Es una buena decisión formarse en entrenamiento funcional?
Y todas las preguntas tienen la misma respuesta: Sí.
Después de la entrada triunfal del entrenamiento funcional en el ámbito deportivo actual para recuperar, paciente y conscientemente, la funcionalidad del cuerpo tras una lesión; para fortalecer puntos débiles de la anatomía que podrían llegar a acarrear lesiones o, sencillamente, para entrenar individualmente a personas interesadas en desarrollar capacidades concretas o de diferentes disciplinas deportivas, después de una entrada, insistimos, triunfal, no podemos por menos que rendirnos a la evidencia.
Porque quien busca un entrenamiento funcional puede que no sepa al detalle en qué consiste, pero cada día está más claro que sabe lo que busca y que tiene un motivo específico para hacerlo: quiere un entrenamiento ajustado a su actividad, su potencial y a sus características físicas y mentales, y lo quiere porque se ha propuesto conseguir un objetivo y quiere alcanzarlo de forma saludable y sostenida en el tiempo.
A partir de ahí, el profesional formado se ocupará del resto.
El entrenamiento funcional no es solo un método efectivo sino que, probablemente, figura entre los primeros métodos más efectivos como disciplina deportiva.
Poco se imaginaban a principios del siglo XIX aquellos pioneros y pioneras que participaban en actividades gimnásticas, con el objetivo de que sus cuerpos siguieran disfrutando en la ciudad de la actividad con la que se ejercitaban en el ámbito rural, poco se imaginaban que estaban siendo los precursores de los gimnasios actuales con aquellas bandas de suspensión primitivas, aquellas palestras o aquellos pórticos y jaulas.
El entrenamiento funcional es un método tan efectivo que ha seguido presente, de forma más o menos notoria, en la actividad deportiva de atletas de élite, en la medicina deportiva y en el entrenamiento de deportistas sin aspiraciones más altas ni menos importantes que su propio bienestar, durante más de cien años, evolucionando con las tendencias hasta llegar al boom que, afortunadamente, ha inundado la actividad deportiva actual.
¿Por qué el entrenamiento funcional se mantiene en primer plano del panorama deportivo actual?
Desde luego, la primera respuesta es la más lógica: porque ha demostrado que funciona, que es efectivo. De acuerdo, pero hay otras disciplinas que también son efectivas ¿Qué tiene el entrenamiento funcional para diferenciarse de ellas?
El entrenamiento funcional no solo es efectivo, además, es eficiente, es decir, el objetivo se alcanza, se ve y se siente por dentro y por fuera, en el gimnasio y en la vida cotidiana.
Afinemos un poco más. El entrenamiento funcional es efectivo porque permite cuantificar la meta y poner al servicio, de forma absolutamente saludable, los mejores recursos al alcance del deportista, sencillo ¿no? Y el entrenamiento funcional es eficiente porque consigue alcanzar los objetivos a los que se aspira y hacerlos visibles en las acciones específicas, naturales o habituales que el cuerpo humano, el de cada uno y cada una, realiza diariamente, no olvidemos que se trata de un entrenamiento absolutamente personalizado.
Actualmente se considera superada esa insaciable necesidad, tan de moda hace apenas unos años, de hacer deporte sin ton ni son; de conseguir objetivos sin una guía profesional que marque las pautas necesarias para obtener resultados saludables sin arriesgarse a posibles lesiones; de entrenar en un gimnasio como si no hubiera un mañana para acabar abandonando a la semana siguiente de haber empezado. Todo eso ya ha pasado de moda.
El interés por la salud ha seguido una curva ascendente y el interés por el deporte también, antes o después tenían que encontrarse y ha ocurrido, se llama entrenamiento funcional.
Cuando la práctica deportiva se convierte en un aliado para el bienestar que, además, ofrece resultados estéticos de lo más seductores que llegan para quedarse. Cuando el entrenamiento deportivo demuestra que mejora los hábitos diarios; que estimula la práctica de otras disciplinas deportivas y mejora el potencial de atletas profesionales; que proporciona estabilidad corporal porque protege, tonifica, equilibra y estimula nuestros sistemas muscular y óseo aportando un gran bienestar mental, es en ese momento, cuando entendemos que se está llegando a la armonía deportiva, cuando la evidencia nos señala que el entrenamiento funcional es efectivo y que, practicándolo, hemos encontrado la horma deportiva de nuestro propio e intransferible zapato, o zapatilla.