Nacido en 1904 en una pequeña ciudad rusa, Moshe Feldenkrais emigró a pie hacia Palestina siendo aún adolescente.
Su fuerte personalidad le empujó a integrarse en los grupos rebeldes que luchaban contra el ocupante inglés, y allí aprendió jiu-jitsu y desarrolló esta técnica para aplicarla a los combates callejeros. Diversos acontecimientos le encaminaron hacia París, donde estudió física y electrónica en la Sorbona, y de manera paralela se formó también en artes marciales, llegando a convertirse en uno de los primeros cinturones negros de judo en 1923. Sin embargo, como les ha ocurrido a otros investigadores de la postura, el descubrimiento de su método tiene su origen en la búsqueda de soluciones para un problema de salud. En Francia se lesionó la rodilla jugando al fútbol, y el cuerpo médico sólo le pudo asegurar un cierto porcentaje de recuperación funcional. A partir de ese momento, Moshe Feldenkrais trató de curarse a sí mismo, aunando su espíritu científico con su formación en artes marciales, y como resultado de sus investigaciones obtuvo el denominado método Feldenkrais de la Integración Funcional, cuyo objetivo es la corrección de la postura a través del sistema nervioso.
El método Feldenkrais utiliza el tacto, las proposiciones verbales y las visualizaciones, para que el paciente aprenda nuevos esquemas de funcionamiento, basados en las necesidades y las aptitudes de cada individuo, y relacionados con los componentes musculares, esqueléticos, neurológicos y ambientales del momento. El objetivo sería la búsqueda del movimiento armónico y eficaz. Para Feldenkrais, la postura es correcta si el efecto de la gravedad es anulado por el esqueleto, no por los músculos. Considera que un movimiento deliberado se realiza correctamente cuando el control voluntario y la reacción automática del cuerpo respecto a la gravedad no se enfrentan, sino todo lo contrario, actúan conjuntamente y cooperan para la ejecución del movimiento, de manera que parezca que hay un único centro que dirige la acción.
El tratamiento corrector usa posiciones inusuales para desorganizar el sistema nervioso de sus costumbres, y abrir nuevas posibilidades. Durante las sesiones es de gran importancia la estimulación sensorial, a través de la utilización consciente del aparato muscular, para desarrollar la capacidad de aprendizaje del cerebro. El paciente toma conciencia de su propio cuerpo con ejercicios suaves sobre el suelo, evitando siempre la fatiga y el esfuerzo. El trabajo se dirige más al sistema nervioso que a los músculos. Trabajando con menor intensidad, las sensaciones se hacen más precisas y se enriquece la imagen de uno mismo. Se toma conciencia de las partes menos activas, que son las que frenan nuestra actividad, y de las partes inferiores y posteriores del cuerpo, a las que normalmente no atendemos. De esa manera se consigue mejorar y afinar el control que tenemos sobre nuestros músculos. Asimismo, se toma conciencia de los automatismos que operan sobre nuestros movimientos, reflejo de inhibiciones y miedos, para aprender a superarlos y permitir al cuerpo moverse en libertad. Las investigaciones de Feldenkrais demuestran que cuando la imagen está clara en el sistema nervioso, el cuerpo la sigue a través de sus músculos y articulaciones. La práctica de este método enriquece el repertorio de recursos disponibles para que el individuo alcance el máximo de sus potencialidades.